
Casi todo el mundo ama Pretty Woman, pero un pequeño grupúsculo de amargados resentidos maldecimos cada vez que se emite –o sea, una o dos veces al año desde hace lustros.
Pretty Woman es una fantasía romántica que reproduce estructuras de poder tradicionales disfrazadas de cuento de hadas moderno. Aunque encantadora en su forma, el fondo del relato perpetúa estereotipos sobre género, clase y sexualidad que refuerzan la dependencia femenina del privilegio masculino. Su legado cultural es indiscutible, pero también lo es la necesidad de cuestionar qué modelos de amor y éxito se siguen promoviendo en la pantalla.